He aquí la primera entrega de un cuento escrito hace muchos años.
–Una ambientación basado en el Mundo de Tinieblas de White Wolf—
23 de Noviembre, 1996.
Webster, Chicago. Con vista al Lago Michigan.
Un cigarrillo y el frío continúan siendo mis compañeros inseparables, la venganza y la calma me contradicen ¿Por qué odiar si ya no existe esa luz que encendió mi rabia? ¿Por qué estar en paz si acabo perder todo lo que tenía? Sé que sólo la paz de la muerte que se avecina me podrá calmar, sólo ese abrazo tan cálido y frío a la vez me podrá decir si hice bien o mal al calmar mi alma, mi coraje, mi odio.
Todo comenzó aquella tarde.
30 de Octubre, 1996.
-¿Por qué la gente cree que se ve bien al hacerse eso?- Comenté yo al ver a un tipo que más que hombre parecía ser una de esas cosas que salen en las películas del tipo con agujas en la cabeza. Aquél sujeto se me quedó viendo como si con eso fuese a lograr que yo ardiera en llamas o me arrepintiera de lo que acababa de decir, yo sólo opté por seguir mi camino ya que iba acompañado de dos personas muy especiales para mí, mi padre y un amigo; ambos hombres de negocios a diferencia mía.
Acabábamos de salir de una muy buena función de cine y nos dirigíamos a descansar, bueno, ellos ya que yo saldría esa noche con una chica que para no deshonrar su memoria sólo diré que era perfecta. Después de dejar a mi amigo en casa de su amiguita y a mi padre en casa con mamá, me arreglé y salí dispuesto a pasármela de lujo.
Llegué a su casa, todo tranquilo y con una media luz que presagiaban una noche que sería inolvidable (no sabía yo que tanto lo sería), al entrar sólo percibí su silueta contra una cortina la cual daba a su sala, aquella sala donde tantas noches la pasamos tan bien, ahí estábamos los dos, pero había alguien más que no había percibido… su hermana mayor y dos amigas más la acompañaban. Propusieron salir a bailar, yo sólo pensaba en lo que podría y no pasar esa noche. Pero accedí sin comentarios extras.
Fuimos a un lugar en el centro, el lugar parecía de gente bien, así que decidí que en el caso de que no me dejaran entrar argumentaría que ellas debían pasársela bien mientras que yo regresaría a casa, claro, poniendo esa cara que a ella la hacía compadecerse de mí y llevarme a su casa -¿Que no era obvio?- pero ni en esa ocasión me ayudó el destino ya que me dejaron entrar sin excusas por ir acompañado de esas cuatro bellezas. Bueno, al parecer la noche no sería lo que esperaba.
Pasamos cerca de dos horas entre platicas y risas, pero una sombra me cubrió cuando me percate de que ese tipo, aquel tipo, estaba ahí en el mismo antro que nosotros y no iba solo, estaba acompañado de al menos diez personas más, sólo deseé que no se percatara de mí, que me hubiese olvidado o algo así, pero una vez más la suerte demostró que esa noche no estaba de mi parte, él volteo sonriéndo y brindando hacia mí.
Bien ¿Qué podía hacer un tipo acompañado de cuatro mujeres contra al menos once tipos con apariencia de seres torturados por la inquisición?
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